Artículo escrito en colaboración con La coleccionista de palabras.
Desde siempre los psicólogos hemos tratado de clasificar o dar nombre a las distintas formas de ser de las personas. Sin embargo, siempre nos encontramos con personas a las que es difícil ponerles un nombre. Son gente “rara”, en el mal sentido de la palabra. Bernardo Stamateas hizo popular el término gente tóxica en su libro de igual título. Me gusta esa definición. Una toxina es una sustancia que actúa en nuestro organismo y produce un efecto negativo, que viene a ser lo que hace la gente tóxica. Son personas nocivas para nuestro bienestar mental y nos hacen la vida imposible. Pueden aparecer en cualquier parte: en el trabajo, en nuestro grupo de amigos, en nuestra casa… en cualquier sitio donde tengas que interaccionar con personas.
Una persona tóxica es aquella que nos hace sentir mal, a pesar de los muchos esfuerzos que hagamos por evitarlo.
Son personas que te nivelan para abajo, que producen miedo o culpa, que manipulan, tienden a pensar solo en sí mismas y siempre priorizan su propio ego. Tienden a hacer sentir mal al otro para poder sentirse bien ellos.
Hay muchos tipos de personas tóxicas. Están los “quejones”, los “manipuladores”, los “dadme atención”… ¡Podría hacer toda una serie de artículos, describiendo en cada uno un tipo! Veamos alguna de sus características:
- Son expertas en manipulación y muy absorbentes (mucha gente es incapaz de alejarse de ellas porque consiguen «enganchar» a sus víctimas).
- Atacan a los demás personas, porque no saben relacionarse de otra forma. Es como un chute de heroína para ellos, les hace sentirse importantes y fuertes.
- Muchas cosas que disgustan a la gente normal, a ellos parecen motivarles (broncas y riñas, por ejemplo).
- Hablan en vez de hacer, y además hablan siempre en negativo. Nunca intentarán hacer algo si pueden, simplemente, hablar de por qué no se puede hacer. Los quejicas son especialmente dañinos, se centran en los problemas, solo ven la perspectiva negativa y te impiden centrarte en las soluciones.
- Nunca te hablarán de cosas positivas, adoran hablar de los defectos (de otros, claro) y de diferentes clases de desgracias y sufrimientos.
- Tienen un monotema de conversación con el que te asfixiarán. Puede ser cualquier cosa, como cine o cómics, y si no te gusta eres un imbécil.
- Son egocéntricas… y mucho. Suelen hablar continuamente de sí mismos, alimentando su propio ego. Naturalmente esto hace muy difícil que se pongan en el lugar del otro o que sean conscientes del daño que pueden hacer.
- Son celosos, paranoicos y envidiosos: nunca son agradecidos con lo que tienen y cuando alguien consigue algo, los critican y los envidian. No esperes que se alegren de tus éxitos.
- Todo lo malo ocurre por causas externas: es culpa de los demás, del mundo, de la suerte, de la sociedad o del cartero. Jamás admitirán responsabilidad alguna por las cosas malas que les pasan. Echar balones fuera y culpar al mundo es su especialidad.
- No admiten opiniones distintas a las que ellos ya tienen. No argumentan sino que atacan a la otra persona. Saltan a la mínima, se indignan con facilidad y así alimentan su resentimiento hacia los demás. Internet es un caldo de cultivo ideal para este tipo de personas.
- Suelen mentir según les convenga, como buenos manipuladores que son. No les importa el daño que puedan hacer en temas que pueden ser dolorosos para las personas objetos de la mentira
- Juzgan sin saber, con rapidez y sin pensar, y rara vez cambian sus opiniones.
Podríamos definirlos de un millón de maneras diferentes, pero tienen una característica común todos ellos: provocan emociones negativas. Suelen tener una baja autoestima y una enorme frustración, están estancados en el dolor y en el resentimiento. Son personas que carecen de empatía, o bien no la usan para nada. No necesariamente son personas malvadas: es muy frecuente que ni siquiera se den cuenta de lo mal que nos hacen sentir. Lógicamente, y viendo su actitud, es normal que pensemos que son gente “mala”.
Cómo nos afecta una persona tóxica
Hay que ponerse alerta cuando una persona (y solo esa) nos hace sentir mal. Basta que vayamos a verla o quedemos con ella para que empiece a subirnos la ansiedad y en su presencia estamos incómodos, nerviosos o irritables. ¿Por qué nos ocurre con esa persona y no con otras? ¿Qué ocurre? Pues a lo mejor resulta que estamos ante una persona tóxica.
Basta pasar tiempo ocasionalmente con alguien tóxico para que tu desempeño y productividad se vean afectados, y por lo tanto también el valor de tu tiempo. Estas personas nos arrastran su terreno y allí nos vencen con la experiencia: si es alguien que se dedica a quejarse, nos encontraremos de pronto hablando de penas y desgracias; si es alguien que busca discutir, nos veremos de pronto enzarzados en una discusión absurda. Y creedme, es difícil resistirse. Es fácil, casi instintivo, dejarse llevar por estas personas y seguirles el juego.
Nos hacen sentir culpables. Muchas veces no se les dice nada por ese sentimiento de culpa, por no sentirse mal, porque «pobrecito, lo pasa mal”… y acabas justificando sus palabras y sus actos. Siempre está presente su “crítica constructiva” que te hace sentir inadecuado o poco valioso, bajo el disfraz de que se preocupan por tu bienestar. «Es por tu bien», pero te machaca.
No siempre tienen malas intenciones. A veces parecen buenas personas y realizan actos que te hacen olvidar todo lo malo, pero eso no significa que sean buenas para ti. Un buen pastel de chocolate no es bueno para un diabético. Asociarte con alguien que constantemente te está impulsando a probarlo es tan suicida como cocinarlo para ti mismo.
Es verdad que para que haya una persona tóxica tiene que haber alguien que se deje «intoxicar». Pero ¡ojo!, esto no significa que seamos nosotros los culpables. Nada más lejos. Significa que tenemos el poder y la responsabilidad de protegernos de este tipo de personas. Si dejo que alguien me agreda es porque me cuesta ponerle límites al otro, lo que significa que me cuesta “decir que no”. Creemos que si le negamos algo a esta persona nos castigará con su rechazo o perderemos su aprobación, y eso nos da mucho miedo. Si te da vértigo alejarte de golpe, un buen consejo inicial puede ser que reduzcas la cantidad de tiempo que pasas con esa persona y que poco a poco veas que la calidad de tu vida mejora, que no es tan horrible estar solo o en compañía de otras personas.
Próximamente publicaremos la 2ª parte: ¿cómo tratar con una persona tóxica?

Ilustración de La Coleccionista de Palabras