Hoy salí de casa con mi martillo.
Tengo un martillo bastante bueno, con mango ergonómico y cabeza de acero, y siempre lo llevo conmigo. Lo comprobé antes de salir de casa: miré que el mango estuviese bien recto, la cabeza pulida y sin grasa, la madera limpia. Todo bien. Me fui a la calle.
Volví a comprobarlo en el ascensor. Está bien tenerlo a mano para poder mirarlo en estos momentos de inactividad. Antes de que tuviese el martillo, me dedicaba a mirar los números pasar o a escuchar los ruidos del ascensor, o a verme en el espejo. Ahora ya no hace falta perder así el tiempo. Sí, vale, vivo en un segundo piso y tardo cinco segundos en bajar, pero aún así compruebo que el mango esté bien recto.
En la calle también me entretengo con el martillo a veces. Muchas veces, realmente. Es un alivio poder sentir su tacto en el bolsillo y poder mirarlo en cuanto me detengo en un semáforo, cuando espero en la cola de la frutería, cosas así. Me tranquiliza un poco, incluso. Algunas personas me miran raro. En fin.
¿Estará recto el mango?
Más tarde quedé con unos amigos y estuvimos tomando algo. Ninguno lleva martillo, cosa que a mí me sorprende bastante. Cada rato yo saco el mío, le miro la cabeza, las muescas del acero, los brillos que la luz le produce, los nudos de la madera… Tampoco es tanto, solo medio minuto, un minuto tal vez, pero lo hago. Luego ya me dedico a hablar, reirme, etc. Eso sí, un ratito después, a veces medio minuto después, vuelvo a sacar el martillo, a ver si el mango está bien recto. Mis amigos se extrañan con esto, la verdad. Sé que murmuran entre ellos y me miran con cara rara cada vez que saco el martillo. Hubo incluso uno o dos que dejaron de quedar tanto conmigo, y sospecho que tiene que ver con que le presto más atención al martillo que a ellos…
Es algo que no entiendo muy bien. Les parece mal que esté pendiente de una herramienta las veinticuatro horas del día, pero ellos hacen lo mismo con otra herramienta. Una electrónica, pequeña, con conexión 4G y que tienes ahora mismo cerca de ti.
Hora de comprobar si el mango de mi martillo está bien recto.