A todo el mundo le gusta ser valorado. Lo normal es preferir que los demás te acepten y te aprueben, ya sea tu pareja, tu familia, tus amigos, etc. Nadie quiere ser criticado por los demás (y, de hecho, llevamos muy mal soportar las críticas). Tendemos a rodearnos de personas que nos hagan sentir valoradas y que nos acepten, y solemos evitar a as personas con las que estamos muy en desacuerdo. Esto es algo normal y lógico: los humanos somos seres muy sociales que queremos llevarnos bien con las demás personas.

El psicólogo Abraham Maslow, en su famosa pirámide de necesidades, incluye los factores sociales como algo de vital importancia. Según este modelo, por encima de las necesidades fisiológicas y de seguridad están las sociales (amistad, afecto), y una vez cubiertas estas buscamos la estima de otros: tener éxito, ser valorados, ser respetados…

piramide-necesidades-maslow

Vemos, por tanto, que la búsqueda de la aprobación y la estima de los demás es algo natural en el ser humano.

El problema surge, como en casi todo, cuando llevamos este deseo de ser aceptados hasta el extremo. Conseguir que nos aprueben se convierte entonces en una necesidad extrema, y si no lo conseguimos lo pasamos realmente mal. En mi consulta veo con frecuencia a personas que hacen esfuerzos titánicos para conseguir que sus familias, parejas o amigos las acepten, las valoren y les digan algo así como «lo estás haciendo muy bien». Por desgracia para estas personas, cuanto más intentan agradar a ciertas personas, peores resultados parecen conseguir. De hecho, con el paso de los años estas personas acaban viviendo únicamente para agradar a otros, y todas las decisiones que toman van encaminadas a recibir una «palmadita en la cabeza».

Es un error buscar a toda costa la aprobación de otros, sean quienes sean. Es muy frecuente ver padres muy exigentes que nunca parecen estar de acuerdo con lo que hacen sus hijos, y que prácticamente les empujan, desde niños, a desvivirse para conseguir un poco de atención o un aplauso. Quien ha vivido esto de niño suele conservar la costumbre de adulto, y se convierte en un «esclavo» de sus padres el resto de su vida. Esta búsqueda desesperada de aprobación también es muy frecuente en parejas.

Algunas ideas para que nuestra necesidad de aprobación no se convierta en una cadena:

  • No puedes agradar a todo el mundo. Siempre habrá alguien que no esté de acuerdo con tus ideas o tus acciones. Hazte caso a ti mismo y toma decisiones responsables basándote en lo que tú crees que es justo y lo que te hará feliz.
  • Lo que te hará feliz a ti seguramente no es lo mismo que hará felices a otros. Tu padre puede querer que estudies medicina, pero si te mareas con la sangre, tal vez debas dedicarte a otra cosa. Los demás no pueden decidir por ti lo que es mejor para tu vida.
  • No hay por qué sacrificarse totalmente por los seres queridos. Que alguien sea tu esposa, novia, madre, amigo del alma o cualquier otra cosa más o menos cercana no le da derecho a decidir por ti. No vivas para agradarles. Mejor aprende a ceder, a defender tus ideas, a debatir y a negociar.
  • A veces es mejor dejar de esforzarse. Has dedicado los últimos veinte años a intentar agradar a tu madre, pero ella nunca parece contenta con lo que haces. Tal vez sea hora de dejar de vivir para ella y tomar tus propias decisiones. Total, le van a parecer igual de mal.
  • Acepta que necesitas sentirte querido y valorado por alguien. Es humano. Quien dice «me dan igual los demás» ya está valorando la opinión de los demás. La cuestión es que no necesites desesperadamente ser aceptado para ser feliz.

 

Acerca de Maxi

Psicólogo General Sanitario. Consulta privada.

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