Todos hemos soñado alguna vez con un cambio radical, mágico y milagroso que revolucione nuestra vida y nos haga felices.
Voy a ser realista: los cambios milagrosos raramente suceden, y sus efectos no suelen ser duraderos.
Quienes nos dedicamos a la psicología vemos a muchas personas que quieren cambiar su vida, y quieren hacerlo ya. Está bien: eso denota energía y ganas de mejorar. Pero un psicólogo sensato sabe que los cambios se producen poco a poco, por acumulación, día a día. Está muy bien plantearse cómo sería nuestra vida si nuestros problemas desapareciesen mágicamente: de esta forma podemos visualizar qué cosas haríamos si empezasen a producirse estos cambios. Pero es poco realista querer que todo cambie de hoy para mañana. Nadie puede superar una depresión de una semana, o recomponerse tras una ruptura de pareja en dos, u olvidar la muerte de un ser querido en un mes. Todos los procesos de cambio llevan tiempo.
Los cambios espectaculares («me divorcio y me voy al Caribe a vivir», «me cambio de trabajo y de casa y me apunto al gimnasio») pueden tomarse muy rápidamente, pero no aseguran la felicidad, es difícil mantenerlos y a veces causan más problemas de los que resuelven.
En mi experiencia, los pequeños cambios que vamos adoptando poco a poco y que vamos practicando hasta que sean automáticos, son los que potencialmente cambian nuestra vida. Hacer pequeñas cosas que nos motiven, dedicarse a esa actividad que tenemos ganas de hacer desde hace tiempo, hacer cosas rutinarias que nunca hemos hecho, decir cosas que no solemos decir, llamar a un amigo, escribir una poesía… Son ejemplos de pequeñas actividades que nos ayudan a sentirnos mejor y a incorporar pequeños cambios a nuestra vida. Por ejemplo, si estás insatisfecho con tu figura y quieres adelgazar, ¿por qué no empezar a caminar al aire libre de vez en cuando? No es un cambio espectacular. No es empezar una super-dieta de la noche a la mañana. Pero tal vez te enganches a las caminatas y sigas haciéndolas mucho tiempo, mucho más del que aguantarías si intentases cambiar toda tu alimentación de la noche a la mañana.
Comparemos nuestra vida con un camino con grandes subidas y bajadas: nadie puede escalar las montañas que nos encontramos de un solo salto. Pero si vamos paso a paso es fácil que un día nos encontremos en lo alto del obstáculo. Habremos conseguido el cambio, poco a poco.
Si queremos cambiar nuestra vida, debemos hacer muchos cambios diminutos, más que un único cambio espectacular.
Aprovecho para recordar, como siempre, que no está en nuestra mano cambiar el mundo o a sus habitantes. Solo a nosotros mismos.