Un guerrero samurai fue apresado un día por sus enemigos, que lo encerraron en un calabozo. El guerrero se revolvía y era incapaz de dormir, pues suponía que al día siguiente lo torturarían cruelmente. En ese momento recordó las palabras de su maestro, un monje zen: «el mañana no es real. La única realidad es el presente». De este modo, volvió al presente y se quedó dormido.