Psicólogo Avilés Asturias

El castigo es la forma que más se usa para intentar moldear la conducta de los demás. ¿Qué ocurre si nos saltamos un semáforo en rojo? Recibimos una multa. ¿Y si robamos en una tienda? La policía nos detiene y vamos a juicio (y también multa). Y así con todo.

También en familia se hacen las cosas así. Casi todos los padres recurren frecuentemente al castigo con sus hijos, y bastantes de ellos no conocen otra forma de hacer las cosas.

Tengo una mala noticia para los amantes del castigo: es un método muy poco efectivo. Es mucho mejor premiar lo bueno que castigar lo malo. El castigo tiene que ser inmediato (justo cuando se produce la conducta que queremos eliminar) y proporcional a la falta cometida. Aún así, a la larga no sirve y provoca un desgaste muy grande tanto en padres como en hijos. Usarlo como único método de educación es muy desacertado.

Entonces ¿no sirve de nada el castigo? Puede servir, si se hace bien.

  • El castigo tendría que ser la excepción, no la norma. Si castigamos por todo, pronto el castigo perderá su valor. Entonces tendremos que buscar castigos más severos, que pronto perderán también su valor… y así eternamente. Hay que usarlo con mesura.
  • El castigo ha de imponerse como una consecuencia inevitable de los actos de los niños. Nunca como una venganza personal o para «dar un escarmiento» al niño. Ejemplo: «vaya, veo que has dejado los deberes sin hacer, así que no comerás postre esta noche». No hay discusión, no hay negociación, simplemente no se come postre si no se hacen los deberes. Es un hecho.
  • El castigo hay que imponerlo con tranquilidad, casi con amabilidad. De nada sirve gritar y perder los estribos, excepto si queremos demostrar a nuestros hijos que pueden hacernos perder el control. Una voz firme pero tranquila es mucho más eficaz. No es necesario repetir mil veces el castigo o «restregárselo» al niño por la cara.
  • El castigo ha de cumplirse. Es probablemente lo más importante. Si amenazamos y castigamos, pero no cumplimos lo que decimos, nuestras palabras perderán pronto su valor. Los niños aprenden muy rápido hasta dónde pueden llegar y dónde están los límites, y de hecho necesitan aprenderlo. Si no cumplimos nuestros castigos, les estamos dando carta blanca para que hagan lo que les dé la gana, esperando encontrar dónde están esos límites. Ambos padres deben mostrarse de acuerdo ante los hijos, aunque en privado no lo estén.

Probablemente muchos papás me lean y piensen «eso en la vida real no se puede hacer». Y yo les contesto: ¿habéis probado, papás?

Acerca de Maxi

Psicólogo General Sanitario. Consulta privada.

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