Tener pensamientos positivos está muy de moda. Todo parece más fácil si uno piensa positivamente. Los problemas se hacen más pequeños, las soluciones parecen al alcance de la mano y el mundo parece, en general, un lugar mejor. ¿O no?
Quiero que el lector tenga muy claro que yo no tengo absolutamente nada en contra del llamado pensamiento positivo. Al contrario, lo recomiendo y defiendo sus ventajas.
De todas formas, a veces yo prefiero hablar de pensamientos realistas. ¿Cuál es la diferencia? Desde mi punto de vista, a veces los pensamientos positivos no son lo más adecuado para afrontar los problemas. Si Manoli sale de su casa repitiéndose que es una persona maravillosa, querida por todos y muy carismática, seguramente su autoestima esté por las nubes. Pero, ¿y si Manoli no es, después de todo, tan maravillosa y amable como ella misma cree? Tal vez vaya a la carnicería y acabe gritándole al charcutero. Quizás pierda los estribos cada vez que su hijo hace alguna trastada y acabe regañándole a gritos. En definitiva, puede que los pensamientos positivos de Manoli sean muy beneficiosos para su ego, pero desde luego no se ajustan a lo que ella hace cada día en la vida real.
¿Qué hacer? Sencillo: tratemos de ser realistas. Un pensamiento realista es aquel que se adapta a la realidad, sin exagerarla, sin caer en generalizaciones. Un pensamiento realista nos ayuda a conocer nuestras virtudes y nuestros defectos, y lo más importante: nos permite buscar soluciones reales a nuestros problemas. El pensamiento positivo, por sí solo, tal vez no nos ayude a enfrentarnos a nuestros problemas; el pensamiento realista, sí. Decir «soy un desastre» es generalizar y no es realista. Decir «he hecho tal cosa mal» sí lo es.
En el ejemplo anterior, Manoli bien podría sustituir sus pensamientos de «soy estupenda y carismática, pero el charcutero es un idiota», por otro tipo de pensamiento. Por ejemplo: «por lo general soy cariñosa y amable, pero pierdo enseguida los estribos cuando se me contradice. Por ejemplo, si me dan mal la vuelta en una tienda o si mi hijo arma alguna trastada. Por lo tanto, podría intentar controlarme mejor en esas situaciones». El pensamiento realista ayuda a Manoli a conocer sus defectos (se enfada con facilidad si le contradicen), sus virtudes (es, por lo general, bondadosa) y las posibles soluciones (intentar hacer algo con su genio).
¿Cómo pensáis que podríais cambiar vuestros pensamientos para adaptarlos mejor a la realidad?