Se acercan las navidades y, como en todas las fiestas, hay cosas buenas y no tan buenas. Uno de los temas que más se suelen debatir es la cantidad de regalos que hacemos a nuestros hijos. También podríamos hablar de la cantidad de regalos de nuestras parejas o hermanos, pero me interesa hablar de los más pequeños.

Os voy adelantando el final de este artículo: hacemos demasiados regalos a los niños.

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Cada año aparecen estudios sobre lo que los padres se gastan en cada hijo, y es muchísimo. Se ha observado que algunos niños reciben diez veces más regalos de los que necesitan por navidad. Pero ¿cómo saber lo que necesitan? ¿Cuánto es adecuado y cuánto es demasiado?

En los últimos años se ha puesto de moda seguir la regla de los cuatro regalos. Se trata de una iniciativa que surgió de padres que, sencillamente, querían que sus hijos recibiesen una cantidad razonable de regalos. No es, por supuesto, una regla estricta, sino una orientación. La idea es que el niño reciba cuatro regalos:

  • Algo que realmente desee (un juguete o accesorio que le guste mucho)
  • Algo para leer (libros, cuentos…)
  • Algo que necesite (una nueva mochila, una tienda de campaña si va de acampada, equipo deportivo, una cama nueva…)
  • Algo para ponerse (un abrigo, zapatos, su primera cazadora «de mayor»…)

Y ya está. Esos son los regalos que el niño recibirá por navidades (también de abuelos y otros familiares). Se trata de que sean cosas excepcionales, fuera de lo normal, pero a la vez que el niño pueda usar. Los padres que han empezado a usar esta guía gastan mucho menos dinero y los niños valoran más sus regalos.

No hay por qué seguir ninguna guía estricta sobre regalos, porque no existe. Solo se puede orientar a los padres. Pero echemos un vistazo a las consecuencias de regalar demasiadas cosas a nuestros hijos (niños hiper-regalados):

  • El niño que siempre recibe todo aquello que quiere acabará teniendo muy baja tolerancia a la frustración. No aceptará un no por respuesta, siempre querrá salirse con la suya y creerá que lo más natural del mundo es que le den aquello que desee en cada momento.
  • El niño se tomará los regalos como una competición con los demás. Es fácil que confundan la valía de una persona con el número de juguetes o cosas que posee (una trampa en la que caen muchísimos adultos).
  • Cuantos más juguetes tenga un niño, menos valorará cada uno de ellos. Es difícil que cien juguetes reciban el mismo amor que diez.
  • Recibir siempre todo lo que quiere no ayuda al niño a conocer el valor de las cosas. Crearemos en él la idea de que las cosas son fáciles y gratis de reemplazar, dándole una falsa idea del valor del dinero.
  • En poco tiempo el niño caerá en la trampa del consumismo: necesitará cada vez más cosas nuevas y que llamen más su atención para emocionarse con ellas. Pero esa emoción le durará muy poco tiempo, porque enseguida necesitará un nuevo juguete…
  • Cuando el niño se convierta en joven y empiece a pedir coches y móviles de mil euros, tendremos un problema mucho más caro.

Es importante que el resto de la familia esté enterada de nuestra política de regalos. Habrá que decírselo a los abuelos, que suelen malcriar más a los niños (no lo digo en mal sentido). Les expondremos las cosas que queremos que reciban nuestros hijos y qué queremos que les regalen ellos, sin más. ¿Y qué hacer en caso de que no nos hagan caso y tiren la casa por la ventana con los regalos? Tenemos varias opciones:

  • Devolverlos. Seguro que el año que viene no lo repiten.
  • Donarlos. Hablar con el niño y explicarle que como tiene muchos juguetes y algunos no los usa, puede dárselos a algún niño o asociación que los necesite. Dejemos, mejor, que el niño tome esta decisión.
  • Dosificarlos: Podemos guardarnos algunos de los regalos para más adelante, cuando el niño haya disfrutado de los demás.

Todo esto son solo ideas orientativas. Corresponde a cada familia decidir cuántos regalos van a dejar los Reyes Magos en casa.

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Acerca de Maxi

Psicólogo General Sanitario. Consulta privada.

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