Carmen acaba de ser madre. Sostiene a su bebé frente a una de las ventanas del hospital, mientras lo mira amorosamente. De repente, y sin que se sepa de dónde ha salido, un pensamiento aparece en su mente: «¿y si tiro al niño por la ventana?». Carmen se queda horrorizada. ¿Cómo ha podido pensar eso? ¿Qué clase de madre es? En los días siguientes, no deja de darle vueltas a ese pensamiento. Cree que puede hacer daño a su hijo, piensa que es una madre espantosa, y llega a temer que se lo quiten. No para de darle vueltas a la idea de arrojar a su hijo por la ventana, hasta el punto de evitar estar con el niño a solas y no acercarse a las ventanas.
Lo que a Carmen le ocurre es que ha sido presa de un pensamiento obsesivo. Los expertos han determinado que a lo largo del día pasan por nuestra mente unos 60.000 pensamientos, así que es fácil que alguno de ellos sea amenazador, absurdo o peligroso.
Las obsesiones son pensamientos repetitivos, intrusivos y molestos. Suelen ser una misma idea repetida hasta la saciedad. Los pensamientos obsesivos aparecen en nuestra mente una y otra vez, causando ansiedad y sufrimiento, y no podemos librarnos de ellos por más que lo intentemos. De hecho, intentar que desaparezcan hace que el problema sea peor…
No es lo mismo una obsesión que una preocupación. Cuando estamos preocupados por algo, le dedicamos mucho tiempo y le damos muchas vueltas, es cierto, pero eso no es una obsesión. Tal vez nuestra preocupación esté justificada y sea razonable darle vueltas. Quizá estemos tratando de tomar una decisón importante, o reflexionamos sobre la mejor forma de hacer algo. La preocupación puede tener sentido.
Las obsesiones, por el contrario, pueden no tener sentido alguno. Uno puede obsesionarse por cosas aparentemente absurdas, como si es homosexual o si va a contraer una grave enfermedad, a pesar de que no haya ninguna prueba que lo justifique. Muchas veces, las obsesiones conducen a las compulsiones, que son conductas para reducir el malestar causado por esos pensamientos. Por ejemplo, si pensamos que podemos hacer daño a los demás (obsesión), dedicaremos mucho tiempo y esfuerzo a comprobar que no se lo hemos hecho (compulsión).
Las obsesiones pueden tratarse en la consulta de un psicólogo. Lo primero que hay que tener en cuenta es que son solo pensamientos y que no pueden hacernos daño alguno. También intentar disminuir el tiempo que les dedicamos, con técnicas como la parada de pensamiento o la focalización de la atención en otros asuntos. Las técnicas de relajación pueden ayudar, así como el mindfulness para aceptar que podamos tener pensamientos molestos o inadecuados sin que supongan un peligro.